Autenticidad Como Principio De La Habilidad Social
Lo que va contra la naturaleza del individuo no puede llamarse social.
Las habilidades sociales están sobrecargadas de etiquetas, marcos y modelos. Se las asocia con reconocer emociones, traducirlas para comprenderse a uno mismo y generar acuerdos con otros. Pero en su esencia, ¿qué significa realmente tener una habilidad social?
Tres estadios de lo social en las organizaciones
En contextos organizacionales, las habilidades sociales pasan por tres estadios:
Commodity del liderazgo: quien tiene un rol accede a programas de desarrollo de lo social.
Necesidad extendida: debe ejercerse por todas las personas.
Diferencial competitivo: se reconoce que la adaptabilidad organizacional depende de la reacción social frente al cambio.
Sin embargo, ninguno de estos estadios representa la comprensión profunda de qué es realmente una habilidad social.
Lo que no es una habilidad social
Todo lo que va contra la naturaleza de una persona no es desarrollo, es domesticación disfrazada de habilidad social que sirve para etiquetar el comportamiento.
Algunas etiquetas comunes:
Sociabilidad superficial: tener relaciones rápidas o conversar con facilidad se interpreta como habilidad social, sin importar la calidad ni la intención de esas interacciones.
Pertenencia por conversación: hablar se vuelve sinónimo de “ser parte”, aunque el tema carezca de significado.
Comportamientos enlatados: calidez, cercanía y escucha activa se valoran incluso cuando son forzados, repetidos o actuados.
Las consecuencias invisibles:
Quien es naturalmente introspectivo, puede ser forzado a lo opuesto, pagando un alto costo energético que impacta en la calidad de su trabajo.
Quien genera valor desde la concentración en silencio puede romper su creatividad y el valor que aporta al negocio por intentar encajar.
Quien se ve obligado a socializar por el rol puede terminar erosionando espacios de alta productividad con reuniones o conversaciones innecesarias.
Adicionalmente, cuando lo social se convierte en una etiqueta, se habilitan suposiciones sin cuestionamiento. Tomemos este paralelismo como ejemplo:
Un consultor afirma haber transformado 100 empresas, cuando los datos muestran que una transformación real toma 3 a 5 años.
Una persona dice tener un millón de amigos, cuando la ciencia muestra que el círculo cercano no supera los dedos de una mano.
Las etiquetas distorsionan nuestra realidad social. Elegir sabiamente al consultor como los amigos no hay tanta diferencia entre una y otra.
Cualquier concepto social que vaya contra la propia naturaleza no puede llamarse social.
La verdadera habilidad: Autorregulación.
Una habilidad social no es imponer conductas. Es el resultado emergente de un espacio interno. La autorregulación es la capacidad de observar y regular la propia tensión con lo que se está experimentando.
Esto solo ocurre cuando hay espacio.
Sin embargo, vivimos en un paradigma de hiperproductividad sin pausa, donde no hay espacio para que la autorregulación emerja. En ese contexto, no se ejercita la habilidad: se atrofia.
Autorregulación en contexto
La autorregulación cobra sentido en relación con otros solo si existe un compromiso genuino de construir algo en común. Desde allí, se despliegan dos tensiones:
La tensión con uno mismo: integrar o reconstruir creencias, objetivos o propósitos.
La tensión con el otro: entender su paradigma e integrarlo con el propio.
La forma en que se transita este espacio es libre: puede ser en silencio, meditando, escribiendo, cantando o leyendo sobre habilidades sociales. El menú es infinito.
Lo clave es la integración.
La integración como clave social
La habilidad social real no se trata de adoptar conductas prefabricadas, sino de integrar lo que ocurre, dentro y fuera, de una forma que nutra el propósito personal y contribuya a la relación con otros.
El cambio siempre es individual, pero cuando el esfuerzo de integración personal es genuino, se vuelve sostenible en lo colectivo.
Cuando esto sucede, no hay necesidad de “fotocopiar” comportamientos, ni liderazgos estandarizados. Se respeta la naturaleza de cada persona como un regalo de autenticidad relacional.
Sin compromiso no hay relación
Sin un compromiso genuino de construir con otros, toda relación tarde o temprano se erosiona. Eso no siempre está bajo nuestro control.
Lo que sí está bajo nuestro control es la capacidad de autorregularnos. En ese acto, los conceptos dejan de ser un guión a seguir para permitir que la naturaleza de cada persona contribuya a un propósito colectivo.
Recordatorio final
Todo lo que vaya contra la propia naturaleza del individuo es domesticación disfrazada de habilidad social.
La verdadera habilidad social es autorregulación: un músculo humano que, si no se ejercita, se atrofia.
Para recuperarlo, necesitamos crear espacio.
En ese espacio, integramos nuestras experiencias con libertad.
Julián.-

