La velocidad no está en la técnica, está en la identidad
Decidir rápido requiere claridad, no más herramientas.
La exigencia contemporánea por decidir rápido presupone una claridad instantánea. Como si la capacidad de elegir el camino correcto fuera un talento innato o una iluminación súbita.
Pero la pregunta esencial no es cómo decidir más rápido, sino dónde se desarrolla esa claridad.
La ilusión técnica de la toma de decisiones
En la mayoría de los casos, buscamos claridad en las herramientas. Es naturalmente lógico y comprensible que si algo no fluye, agregamos estructura.
Tomemos un ejemplo:
La matriz de Eisenhower clasifica tareas según urgencia e importancia. Es útil, sí, pero es esencialmente una herramienta de segregación.
Pasa todo del desorden a las categorías, pero el contenido sigue siendo el mismo. Una suerte de cubo Rubik: más ordenado, más coloreado, pero siempre es la misma forma.
Entonces, luego de hacer todo el trabajo de categorizar, la incomodidad persiste y la pregunta que nos cita vuelve a aparecer: ¿De dónde proviene la claridad para decidir qué va en cada categoría?
Las herramientas nuncan alojan claridad. Solo categorizan la información.
La generación de objetivos
La creación de objetivos es otra herramienta de doble filo. Ayuda a escoger caminos, a diferenciar horizontes y a enfocar esfuerzos.
Pero cuando se busca claridad en la herramienta y no en quien decide, emerge el riesgo de tomar decisiones técnicamente correctas que llevan a resultados equivocadamente coherentes.
Existen organizaciones y equipos con objetivos impecables que viven los mismos síntomas que antes de tenerlos: dispersión, multitasking, falta de dirección.
La dinámica social de decidir
Existe un nivel evolutivo en la toma de decisiones, que es la incorporación de su dimensión social.
Ahí entran las interacciones, los ritmos humanos, los estadios psicológicos del equipo.
Las decisiones directivas o colaborativas ya no son órdenes a acatar, sino que son tránsitos sociales que requieren cuidado.
Pero incluso esta dimensión más madura no responde la pregunta fundamental:
¿De dónde nace la claridad para decidir?
Toda decisión es un reflejo de identidad
La raíz es simple y a la vez profunda: decidimos desde la identidad que tenemos, no desde la herramienta que usamos.
Podemos sumar frameworks, matrices, prácticas de priorización. Pero si la identidad que decide es siempre la misma, las decisiones nos llevan al mismo lugar.
El patrón, muchas veces inconsciente, es el enfoque constante en que la herramienta cambiará algo, cuando refleja en realidad quienes somos.
Si mi identidad se basa en “siempre hay mucho por hacer”, entonces mi claridad depende de lo urgente. Y termino tomando siempre el mismo tipo de decisiones.
La pregunta deja de ser “¿qué herramienta necesito?” y pasa a ser:
¿qué parte de mi identidad está decidiendo?
La ambición como reconfiguración de identidad
En un espectro amplio, la ambición es la arquitectura que organiza tanto los negocios como la vida personal. No se trata de un deseo, sino de una dinámica identitaria.
Visión: imagen nítida a 10/20/30 años.
Propósito: el marco ético que define cómo llegamos.
Ambición: la identidad que debemos adoptar para poder llegar.
La ambición presupone cambiar la identidad tantas veces como sea necesario. Por eso, cuando no estamos logrando lo que buscamos, rara vez es un problema de objetivos o herramientas. Es una señal de que parte de nuestra identidad es incompatible con esa visión.
Definir la ambición implica declarar qué parte del sistema debe transformarse para poder decidir de otra manera.
La claridad proviene de la identidad. Si decidimos rápido pero seguimos atrapados en los mismos problemas, no necesitamos más herramientas sino revisar que aspecto de la identidad decide.
Muchas personas me dicen que cambiar la identidad es “demasiado profundo”. Sin embargo, si la ambición define cómo se articulan negocios, relaciones y estrategias, la ambición implica transformar el sistema que facilite el cambio de identidad.
La herramienta ordena.
La identidad decide.
La ambición transforma.
Julián.-

